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2016-05-12

Determinación del sexo تحديد الجنس - الجزء الثاني والأخير Sex determination

Con Pitágoras (570-495 a.C.) se esbozó la concepción «espermista», tesis que sostiene que el padre aporta los caracteres esenciales de la progenie, en tanto que la participación de la madre se limita al sustrato material. En 1676, Antoni van Leeuwenhoek (1632-1723) utilizó lentes que había tallado, de 270 aumentos, para investigar lo que, «sin sentimiento de pecado, permanece como resto después del coito conyugal», y establecía que aquella misteriosa sustancia, el semen, estaba habitada por una muchedumbre de animales anguiliformes. Pensó que esos «animálculos espermáticos» desempeñaban un papel crucial al suministrar su sustancia al embrión, en tanto que el óvulo proporcionaría nutrición. En 1694, Nicolaas Hartsoeker (1656-1725), ayudante de Leeuwenhoek y codescubridor de los espermatozoides, ilustró su visión espermista con un dibujo de un humano preformado en el interior de una célula espermática, el homúnculo.

En el siglo XVIII, el preste italiano Lazzaro Spallanzani (1729-1799) demostró experimentalmente, en anfibios, que el esperma del macho era necesario para la fecundación de los óvulos de la hembra. En 1827, el embriólogo Karl Ernst von Baer (1792-1876), descubridor del óvulo de los mamíferos, acuñó el término espermatozoo. Puso en 1841 orden en la maraña conceptual todavía reinante otro embriólogo, Albert von Kölliker (1817-1905), quien, tras examinar bajo el microscopio procesos de fecundación en diversos animales marinos, llegó a la conclusión de que los espermatozoos no eran animales preformados, sino productos de las células de los testes, que necesitaban del contacto con el óvulo para una reproducción exitosa. La fusión entre óvulo y espermatozoo fue observada finalmente en 1876 por el zoólogo Oskar Hertwig.

Una historia pareja ha recorrido en diferentes culturas y épocas la vía de determinación del sexo. Parménides, en el siglo VI a.C., propuso que el sexo dependía del lado de la matriz donde se instalara el embrión; para Anaxágoras, del V a.C., el sexo dependía de los testes del progenitor. Aristóteles, en el siglo IV a.C. criticó ambas teorías, aportando pruebas de que, en los animales, los embriones de ambos sexos pueden instalarse en el mismo lado del útero y que los varones con un solo teste podían tener hijos de ambos sexos. Siguiendo las ideas de Empédocles sobre los cuatro elementos, Aristóteles propuso que los machos se caracterizaban por una abundancia de fuego, por cuyo motivo eran cálidos y secos, mientras que las hembras, con abundancia de agua, eran frías y húmedas. Por consiguiente, el sexo de un engendrado viene determinado por el calor del progenitor masculino durante la relación sexual. En el siglo XVIII, el anatomista Michel Procope-Couteau (1684-1753) retomó las ideas de Parménides y Anaxágoras, y sugirió que el mejor camino para controlar el sexo del niño sería eliminar el teste o el ovario conectado con el sexo no deseado.

Las teorías ambientalistas o epigenéticas sobre la determinación del sexo han predominado hasta no hace mucho. A finales del siglo XIX se creía que el alimento constituía el factor determinante; el sexo vendría determinado por la nutrición de la madre durante los tres primeros meses de embarazo: una dieta pobre producía machos; una dieta rica, hembras. Las opiniones epigenéticas fueron abandonándose tras el descubrimiento de los cromosomas sexuales. Henking observó en 1891 que un elemento de la meiosis de macho de Pyrrhocoris apterus (con un sistema XX-X0) se transmitía solo a la mitad del esperma. Aludió a ese elemento como «X», es decir, desconocido. En 1902, McClung postuló que era este un cromosoma, el responsable del sexo. Lo llamó cromosoma X. La implicación del cromosoma X en la determinación del sexo recibió apoyo ulterior de la obra de Bridges, quien analizó individuos de Drosophila con constitución aberrante de cromosomas sexuales.

Por las mismas fechas iniciales del siglo XX, los biólogos se percataron de que la constitución cromosómica humana difería entre varones y hembras. De los 23 pares de cromosomas, uno es heteromórfico en los varones (con un pequeño cromosoma Y formando par con su poderoso homólogo X), mientras que en la mujer el par era homórfico (XX). Conforme avanzaba la centuria, se fue descubriendo que, en los humanos, las diferencias sexuales esconden diferencias génicas: el cromosoma Y contiene genes, incluido el gen Sry, que se requieren para la determinación y diferenciación de la masculinidad. El sexo de un niño depende de si el espermatozoide paterno que fecundó el óvulo materno contribuyó con un cromosoma X o con un cromosoma Y.

Las perspectivas evolutivas sobre el sexo están cuestionando ideas intuitivas que se suponían asentadas. Citemos solo tres. En primer lugar, aunque asociado con la reproducción en muchos linajes multicelulares, el sexo no es fundamentalmente un proceso reproductor, toda vez que los costes resultan mucho mayores que los beneficios. Tampoco implica intercurso sexual: la fecundación externa, tras la eclosión de los gametos, es común en muchos organismos. No se requiere macho y hembra para crear progenie; pensemos en muchos insectos. Por fin, en la larga historia del sexo, machos y hembras tardaron en llegar; en vez de dos sexos diferenciados, numerosos organismos presentan tipos de apareamiento morfológicamente similares, que en los hongos se cuentan por docenas o cientos.

Pudiera parecer que con su origen temprano en los eucariotas y su distribución casi universal, el sexo debería aportar grandes y obvias ventajas evolutivas. Pero resultan más llamativos los costes que los beneficios. Costes que son de tipos muy dispares. En primer lugar, los costes fisiológicos, intrínsecos de la meiosis. En los unicelulares, se gasta más energía en alcanzar la meiosis que la mitosis. Durante el tiempo necesario para conjugar y reorganizar los núcleos, una célula de levadura podría experimentar ocho mitosis, produciendo 256 células hijas (esto es, 28). Ello puede parecer un coste muy oneroso, que queda aliviado cuando expresan sexo aprovechando que las condiciones ambientales son menos favorables para el desarrollo. El hecho de que el sexo (como la transformación en bacterias) se exprese a menudo bajo condiciones de estrés (por ejemplo, bajo escasez de nitrógeno en Chlamydomonas), no implica necesariamente que constituya una adaptación a esas condiciones, sino que explota entonces unas circunstancias de coste mínimo. Como resultado de esas asociaciones, los cigotos se especializan a menudo en estados de reposo, lo mismo en eucariotas unicelulares que pluricelulares.

Aumentan los costes cuando el sexo implica un intercambio genético entre diferentes individuos (reproducción cruzada, frente a autofecundación o clonación). En primer lugar, el cruzamiento puede inducir una importante carga de recombinación, por disgregación de combinaciones beneficiosas de genes adquiridas durante la selección. En segundo lugar, el propio proceso de apareamiento es costoso. La constitución de los órganos de la reproducción del macho y la hembra, así como los caracteres secundarios, imponen una carga pesada en inversión energética. Dar con un compañero sexual puede a veces ser arduo, en particular si la densidad de población es baja. El apareamiento difunde, además, las enfermedades de transmisión sexual e induce riesgos de depredación, sobre todo si comporta un despliegue o una exhibición llamativa.

Los genomas han de cumplir una diversidad de funciones durante el ciclo biológico de un organismo. Por ello codifican una diversidad de programas que deben ser silenciados o expresados según la situación. Ello se aplica también a los sexos y tipos de apareamiento. Los genomas son fundamentalmente bipotentes, dotados de capacidad para promover un sexo u otro de acuerdo con determinadas claves específicas. Ese enunciado es enteramente cierto en sistemas con determinación ambiental del sexo: un embrión de tortuga se desarrollará en macho o hembra según la temperatura de incubación. Y es casi cierto de sistemas con determinación sexual genotípica: un XY humano o de Drosophila porta pares de todos los genes requeridos para desarrollarse en una hembra; los individuos XX pueden desarrollar también fenotipos masculinos (si bien no serán fértiles porque les faltarán los genes ligados al cromosoma Y requeridos para la formación adecuada de testes).

Los mecanismos de la determinación del sexo abarcan no solo el desencadenante inicial que dirige un programa de desarrollo del organismo hacia un sino masculina o femenino, sino que aseguran también la presencia de genes que organizan la diferenciación sexual primaria. La diferenciación sexual es un proceso complejo, que requiere redes reguladoras génicas, con bucles de realimentación y antagonismos dinámicos.
 
 


مع فيثاغورس (570 – 495 قبل الميلاد)، ظهرت أطروحة التصوُّر "المنويّ"، التي اعتبرت أنّ الأب يساهم بالمزايا الأساسية للمولود، في حين إسهام الأم محدود ويقتصر على الإسقاط الماديّ. 


  العام 1676، إستخدم أنطوني ليفينهوك (1632 – 1723) عدسات مكبرة بمقدار 270 مرّة، لأجل بحث ما أسماه "دون إحساس بالخطيئة، يبقى شيء إثر الجِماعْ الزوجيّ"، وأقرّ بأنّ تلك المادة الغامضة هي السائل المنوي، الذي يسكنه حشدٌ من الحيوانات متوحدة الأشكال. إعتبر بأنّ تلك "الحيوانات المنوية"، تلعب دوراً مركزياً في توفير مادة إلى الجنين، كالذي توفره البويضة لناحية التغذية. 


  العام 1694، نيكولاس هارتزوكر (1656 – 1725)، مساعد ليفينهوك ومشترك بإكتشاف الحيوانات المنوية، أوضح رؤيته المنوية مع رسم لإنسان ما قبل التشكُّل في داخل خلية منوية، بوصفه نواة بشرية.


  خلال القرن الثامن عشر، أثبت القسّ الايطالي لادزارو سبالانساني (1729 – 1799)، تجريبياً، ومن خلال البرمائيات، بأنّ مني الذكر ضروري لإلقاح وتخصيب بويضة الأنثى. 


العام 1827، اكتشف  كارل إرنست فون باير (1792 – 1876) بويضة إناث الثدييات، ووضع مُصطلح حيوان منوي espermatozoo. العام 1841، نظَّمَ الإختلاط المفاهيمي القائم حول هذا الموضوع. 


فيما توصَّل عالم الأجنّة ألبرت فون كوليكر (1817 – 1905)، إثر تحقيق إختبار ميكروسكوبي لإلقاح عدد من الحيوانات البحرية، إلى أنّ الحيوانات المنوية لم تكن حيوانات غير متشكلة، بل عبارة عن منتجات خلايا في الخصيتين، والتي احتاجت إلى التماس مع البويضة الأنثوية لأجل تحقيق التكاثر الناجح. 


أخيراً، لاحظ عالم الحيوان أوسكار هيرتويغ (1849 – 1922) إندماج البويضة والحيوان المنوي العام 1876.

إنها قصّة زوج، قد عبرت مختلف الثقافات والحقب، وشكلت طريق التحديد الجنسيّ. 
 

 فقد إقترح بارمينيدس (540 – 480 قبل الميلاد) فكرة، تقول بأنّ الجنس يتوقف على طبيعة جانب الرحم، حيث يستقر الجنين. 

فيما إعتبر أناكساغوراس (500 – 428 قبل الميلاد) بأنّ الجنس يتوقف على خصيتي الجد الأكبر. 

وقد إنتقد أرسطو (384 – 322 قبل الميلاد) الطرحين، وقدم إختبارات حول إمكان تموضع جنين الحيوانات، ذكر أو أنثى، بذات المكان في الرحم، وأنّ امتلاك الذكر لخصية واحدة، يسمح له بامتلاك أولاد من كلا الجنسين. 

 
وبإتباعه أفكار إيمبيدوكليس، سيما نظريته حول العناصر الأربعة، إقترح أرسطو فكرة، قالت بأنّ الذكور يتميزون بوفرة نارية، ولهذا تميزوا بالسخونة والجفاف؛ بينما تميزت الإناث بوفرة مائية، ولهذا كُنَّ باردات ورطبات. بالتالي، يتحدد الجنس بواسطة الحرارة الصادرة عن الأب الذكر خلال الإتصال الجنسيّ.


  خلال القرن الثامن عشر ميلادي، استفاد ميشيل بروكوب – كوتو (1684 – 1753) من أفكار بارمينيدس وأناكساغوراس، وإقترح الطريق الأفضل للتحكُّم بجنس المولود، وتمثل بإلغاء الخصية أو المبيض المتعلق بالجنس غير المرغوب.

لقد سادت النظريات البيئية أو علم التخلُّق حول تحديد الجنس حتى زمن قريب نسبياً. 
 
ففي أواخر القرن التاسع عشر ميلادي، جرى الإعتقاد بأنّ الغذاء قد شكّل العامل المُحدّد للجنس، وتلعب تغذية الأم، خلال أشهر الحمل الثلاثة الأولى، الدور المُحدّد؛ بحيث أسهمت التغذية الفقيرة بولادة الذكور؛ فيما أنتجت التغذية الغنيّة ولادة الإناث. 
 
جرى هجران آراء التخلُّق إثر اكتشاف الصبغيات (الكروموزومات) الجنسية. 

 
فقد لاحظ هيرمان هينكينغ (1858 – 1942) العام 1891 بأنّ عنصر الإنقسام الإختزالي عند ذكر حشرة النار (ذات النظام XX-X0) ينقل نصف الحيوانات المنوية فقط. أطلق على هذا العنصر إسم X، أي عنصر مجهول. 


  العام 1902، اعتبر كلارنس إروين مكلونغ بأنّ هذا الكروموزوم هو المسؤول عن تحديد الجنس.


 أطلق عليه إسم X. حصل هذا الطرح المتمثل باعتبار الكروموزوم X محدد جنسيّ على دعم متزايد من قبل كالفين بريدغز ، الذي حلّلَ حالة أفراد من ذبابة الفاكهة عبر التحكُّم بالكروموزومات الجنسية.

  بدايات القرن العشرين ميلادي، انتبه علماء الأحياء إلى أنّ المجموعات الصبغية البشرية تختلف فيما بينها عند الذكور والإناث. فمن أصل 23 زوج من الصبغيات أو الكروموزومات، يوجد واحد متغاير تشكلياً عند الذكور (مع كروموزوم صغير Y متشكّل مع نظيره القويّ X أي XY)، بينما يتماثل الوضع تشكلياً عند الإناث (XX). 
 
بمرور قرن من الزمن، جرى اكتشاف أن الفروقات الجنسية لدى البشر، تُخبّيء خلفها فروقات وراثية أو جينية؛ حيث يحتوي الكروموزوم Y على جينات، بما فيها الجين Sry، اللازمة لتحديد وتمييز الذكورية. 

يتوقف جنس الطفل على إمكان إحتواء الحيوان المنوي الأبوي الذي لقّح بويضة الأم: 
 
على كروموزوم X أو على الكروموزوم Y.

تضع وجهات النظر التطورية الخاصة بالجنس أفكاراً بديهية، قد جرى إعتبارها صحيحة:
 
 موضع مراجعة وتدقيق، نذكر ثلاث منها فقط، هي:

في المقام الأوّل، ورغم ترافقه مع التكاثر في كثير من سلالات عديدات الخلايا، لا يُشكّل الجنس، بصورة أساسيّة، عملية مُنتجة، سيما حين تزداد النفقات على حساب الأرباح. 

في المقام الثاني، كذلك، لا يقتصر الجنس على الجماع الداخليّ، بل يوجد الإلقاح أو الإخصاب الخارجي، حيث يحدث التفريخ للأمشاج، وهذا شائع لدى الكثير من الكائنات الحية.

في المقام الثالث، لا يقتضي الجنس حضور ذكر وأنثى دوماً لأجل خلق ذرية، وهنا، نتذكر الكثير من الحشرات. 
 
بالنهاية، وخلال تاريخ الجنس الطويل، تأخر الذكور والإناث في الوصول، وعوضاً عن جنسين متعارضين، تمتلك كائنات حيّة أنواع إقتران كثيرة متشابهة مورفولوجياً، ويصل عددها، لدى الفطور، إلى عشرات أو مئات الأنواع.

يوحي أصل الجنس الباكر لدى حقيقيات النوى، بأنه قد حدث جرّاء إسهامه بتحقيق فوائد تطورية كبرى وبديهية. لكن، ما يكون لافت للإنتباه، هو حجم النفقات مقارنة بالأرباح. 

النفقات متنوعة جداً. 
 
ففي المقام الأول، نفقات فيزيولوجية، فالإنقسام الإختزالي جوهري هنا. 
 
لدى وحيدات الخلية، نفقات الطاقة أكبر لأجل بلوغ الإنقسام الإختزالي منها لأجل بلوغ الإنقسام المتساوي.
 
 فخلال الزمن اللازم لأجل دمج وإعادة تنظيم النوى، يمكن أن تتعرض خليّة الخميرة لحدوث ثماني إنقسامات متساوية، فتُنتِج 256 خلية إبن (في كل إنقسام: 28). 
 
يبدو هذا الثمن مكلف جداً، والذي يصبح أخفّ، حين يجري التعبير عن الجنس بفضل الإستفادة من الشروط البيئية الأقلّ تفضيلاً لأجل النموّ. واقع أن الجنس (مثل التحوُّل لدى البكتريا) يُعبَّرْ عنه، غالباً، في شروط من الإجهاد (على سبيل المثال، بشرط نقص الآزوت عند طحلب الكلاميدوموناس)، لا يقضي بالضرورة بتبني تكيُّف مع تلك الشروط، بل يستغل ظروف بأقلّ كلفة ممكنة. وكنتيجة لهذه الشراكات، تتخصص اللاقحات، غالباً، في حالات الراحة، وهو ما يحدث عند حقيقيات النوى وحيدات الخلية ولدى عديدات الخلايا سواء بسواء.

تزداد النفقات، عندما يقضي الجنس بتحقيق تبادل جيني بين أفراد مختلفين (تكاثر تهجيني، مقابل الإلقاح الذاتي أو الإستنساخ). 
 
ففي المقام الأول، يمكن أن يتسبب التهجين في التحريض على إعادة تركيب بعبء إضافي، جرّاء تفكك التركيبات المفيدة للجينات المُكتسبة خلال الإنتقاء. 
 
وفي المقام الثاني، عملية الإقتران بذاتها مُكلفة. 
 
تشكيل أعضاء التكاثر للذكر وللأنثى، بالإضافة إلى المزايا الثانوية، تفرض عبء هائل على الإستثمار الطاقيّ.
 
 في بعض الأحيان، أمر الشريك الجنسيّ مُتعب، سيما في جماعة سكّانية منخفضة الكثافة. 
 
كذلك، يساهم الإقتران بنشر أمراض تنتقل جنسياً وتتسبب بمخاطر الإفتراس، سيما خلال الإقتران المنطوي (لا ينتبه الذكر ولا تنتبه الأنثى لما يحيط بهما خلال الإقتران) أو اللافت للإنتباه.

توجب على الجينومات إتمام تنوُّع في الوظائف خلال حلقة الكائن البيولوجية. 
 
لهذا، تقونن مجموعة من البرامج المتنوعة، التي يتوجب عليها أن تصمت أو تعبّر بحسب الوضع. وينطبق هذا، كذلك، على الجنسين وعلى أنواع الإقتران. 
 
الجينومات متعددة القدرات، بصورة أساسية، مزودة بالقدرة على تعزيز جنس أو آخر وفقاً لشيفرة أو مفاتيح محددة نوعية. 
 
هذا الأمر صحيح بصورة كليّة في أنظمة تحديد بيئي للجنس: 
 
جنين سلحفاة، سينمو ذكر أو أنثى بحسب درجة حرارة الحضانة. 
 
وكذلك، صحيح جزئياً في أنظمة تحديد جنسي نمطي جيني: XY بشريّ أو بذبابة الفاكهة ويحمل أزواج من كل الجينات المُكتسبة لكي يحدث النموّ كأنثى، أفراد XX يمكنهم تنمية أنماط ظاهرية ذكرية (فيما لو أنها غير خصبة، حيث سينقصها الجينات المرتبطة بالكروموزوم Y اللازمة للتشكيل المناسب للخصيتين).

لا تشمل آليات التحديد الجنسي الإنطلاق الأولي، الذي يُوجّه برنامج نمو الكائن نحو حضن ذكري أو أنثوي فقط، بل تضمن، كذلك، حضور الجينات التي تُنظّم التمايز الجنسي البدئي. 
 
 عملية التمايز الجنسيّ معقدة، تستلزم شبكات جينية منظّمة، مع مجموعات إعادة تغذية وديناميّة متعارضة.
 
 
 
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